Eduardo Adrados Pérez
“Animo a los jóvenes a llevar bien alto el nombre de Medina”
Nacido en Espinosa de los Monteros, siendo niño se vino la familia a Medina. El fútbol y la música han llenado su vida. A los 14 años se estrenó en el Olimpic y desde entonces el balón y el clarinete han sido compañeros de viaje. Todo el día pensaba en jugar, deseaba que llegase el domingo. Lo hacían sin atuendo deportivo, cada uno se las arreglaba de por sí, indicó. Y para jugar montaban las porterías, retiraban las piedras,… jugaban en San Andrés hasta la llegada de la trilla, “no los pasábamos muy bien”. Con él, sus compañeros, como Lucio Barquín, que en un viaje al juzgado burgalés compro un balón que fue costeado por los compañeros.
Perteneció a Acción Católica, que entonces contaba con 140 chicos. Tenían de presidente a Eleuterio Zamora y a Eduardo Martinez Adúriz de vicepresidente. Eduardo militó en este equipo. Entonces ya disponían de camisola blanca, del Real Madrid, con la insignia del movimiento católico en el pecho, que él y su buen amigo Juli compraran en deportes Guisasola, sito en la bilbaína calle Correos.
A los 18 fue llamado a filas. Al finalizar la guerra pasó a jugar en el Rayo, militando durante cinco años. Ocupaba la demarcación de lateral derecho. Juli López-Quintana le señala como un marcador correoso, de brega, difícil de superarle. Se citaban con los jugadores de los pueblos vecinos para organizarse los partidos, con Espinosa de los Monteros, Villarcayo, Trespaderne, Quintana Martín Galíndez, Torme,… y “ nosotros mismos nos pagábamos los transportes”, precisó.
No llego a jugar en el Alcázar. Desde niño el Real Madrid es su club favorito. Aún hoy recita de memoria aquella alineación de 1932-1933 formada por Zamora, Ciriaco, Quincoces, Quesada, Regueiro,… Bajábamos a verles a San Mamés. A sus 94 años sigue siendo fiel al club de sus amores. Es el socio número 18.230 del club de la calle Concha Espina.
Su tiempo lo pasa entre Madrid y la ciudad de los Condestables, donde acude largas temporadas. Si bien no sigue al Alcázar, anima a los jóvenes a practicar el fútbol y hacerlo con ilusión y deportividad, llevando bien alto el nombre del Alcázar y de Medina.